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- Autor del artículo: Macudopa team
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Si bien actualmente no existe cura para la EP, numerosas investigaciones han demostrado el importante impacto del ejercicio en el control de los síntomas, la mejora de la calidad de vida y la posible ralentización de la progresión de la enfermedad. En este blog, exploraremos la evidencia científica que respalda los efectos positivos del ejercicio en la enfermedad de Parkinson.
Se ha demostrado sistemáticamente que el ejercicio mejora los síntomas motores en personas con enfermedad de Parkinson. Se ha descubierto que ejercicios aeróbicos, como caminar, montar en bicicleta y nadar, mejoran la marcha, el equilibrio y la movilidad general. El entrenamiento de resistencia, como el levantamiento de pesas y los ejercicios con bandas elásticas, puede aumentar la fuerza muscular, lo que resulta en un mejor control motor y una menor rigidez. Un metaanálisis de Shen et al. (2019) reveló que las intervenciones con ejercicio mejoraron significativamente la velocidad de la marcha, la longitud de la zancada y el equilibrio en pacientes con EP.
Nuevas evidencias sugieren que el ejercicio podría ejercer efectos neuroprotectores en la enfermedad de Parkinson. Estudios en modelos animales han indicado que la actividad física regular promueve la liberación de factores neurotróficos, como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que contribuyen a la supervivencia y la función de las neuronas productoras de dopamina (Bergquist et al., 2018). Si bien se necesita más investigación para comprender los mecanismos específicos, estos hallazgos apuntan al posible papel del ejercicio en la ralentización de la progresión de la enfermedad.
El ejercicio se ha asociado con un aumento de la liberación de dopamina en el cerebro, la cual desempeña un papel crucial en el control del movimiento y el estado de ánimo. En la enfermedad de Parkinson, la falta de dopamina provoca deterioro motor y síntomas no motores como depresión y ansiedad. Un estudio de Petzinger et al. (2013) descubrió que el ejercicio en cinta en modelos animales aumentaba la producción y liberación de dopamina, lo que sugiere una modulación de la regulación de la dopamina inducida por el ejercicio.
Además de su impacto en la función motora, el ejercicio ha demostrado ser prometedor para preservar la función cognitiva en la enfermedad de Parkinson. La actividad física regular se ha asociado con mejoras en la función ejecutiva, la atención y la memoria. Una revisión sistemática de Paillard y Rolland (2015) informó que las intervenciones de ejercicio aeróbico en pacientes con EP se asociaron con una mejora del rendimiento cognitivo.
Vivir con la enfermedad de Parkinson puede afectar significativamente la calidad de vida de una persona. El ejercicio se ha relacionado con un mejor bienestar general y una reducción de los síntomas de depresión y ansiedad en pacientes con EP (Mak et al., 2017). La actividad física proporciona una sensación de empoderamiento e independencia, lo que permite a los pacientes gestionar activamente su enfermedad.
Algunos estudios han sugerido que el ejercicio podría tener efectos modificadores de la enfermedad de Parkinson. Un estudio observacional a largo plazo realizado por Ahlskog et al. (2011) reveló que las personas con un mayor nivel de ejercicio físico en la mediana edad presentaban un menor riesgo de desarrollar EP en etapas posteriores de la vida, lo que indica un posible efecto protector.
La evidencia científica que respalda el impacto positivo del ejercicio en la enfermedad de Parkinson es cada vez más convincente. Desde la mejora de los síntomas motores y los efectos neuroprotectores hasta los beneficios cognitivos y la mejora de la calidad de vida, el ejercicio ofrece un enfoque holístico para gestionar las complejidades de la enfermedad de Parkinson. Si bien el ejercicio no puede curar la EP, sin duda puede contribuir a mejorar el bienestar y las capacidades funcionales de las personas que viven con esta compleja enfermedad.
Como con cualquier intervención médica, es crucial que los pacientes con enfermedad de Parkinson consulten con sus profesionales de la salud antes de comenzar un programa de ejercicios. Un plan de ejercicios personalizado, basado en las capacidades individuales y objetivos específicos, puede maximizar los beneficios y minimizar el riesgo de lesiones. A medida que los investigadores continúan investigando los complejos mecanismos que subyacen al impacto del ejercicio en el Parkinson, es evidente que la actividad física es un poderoso aliado en el manejo de este trastorno neurodegenerativo.
Referencias: